El carbón que se utiliza en las centrales térmicas pasa por un proceso previo de trituración y pulverización tras el cual es introducido en las cámaras para quemar. Los componentes orgánicos se destruyen durante la combustión, pero los minerales sufren una transformación dando lugar a residuos, como son las cenizas volantes y la escoria. Estas últimas se acumulan en el fondo de la cámara de combustión mientras que las cenizas, que pueden ser desplazadas por los gases generados en la combustión, se recogen en unos contenedores especiales para ser transportadas hacia las zonas de almacenamiento. En la composición de estas cenizas entran elementos contaminantes como pueden ser el Cr, As, S, etc., por lo que el control del almacenamiento debe ser estricto para evitar la liberación de estos elementos al medio con el riesgo de contaminación de las aguas subterráneas.
