Carbón, petróleo y gas natural los recursos energéticos limitantes y del cambio climático

Esta base energética centrada en el uso de combustibles fósiles supone un incremento de CO2 en la atmósfera de origen antropogénico. La salida de carbono por esta vía que abrimos supera con creces la vía de incorporación por enterramiento y posterior fosilización de restos de seres vivos.

Debido a la esta dependencia del carbono fósil para obtener energía llevamos enviando dos siglos a la atmósfera, con celeridad creciente, carbono que estaba bajo la superficie terrestre. Las industrias del carbón, el petróleo y el gas natural extraen en todo el mundo alrededor de siete mil millones de toneladas de carbono al año, que se quema para obtener energía y se envía a la atmósfera en forma de CO2. Esto provocó que en la atmósfera actual exista una concentración de este gas de prácticamente el doble de la que existía en el siglo XVIII, antes del inicio la revolución industrial. Las predicciones a 50 años vista, si no se producen cambios en el ritmo de crecimiento energético a costa de los combustibles fósiles, apuntan a que se triplicarían las concentraciones de CO2 de la era preindustrial, lo que muy probablemente provocaría cambios drásticos, radicales e irreversibles, como la desaparición de los casquetes polares.

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En el 2002, el 43% de las emisiones globales de CO2 procedía del petróleo, el 37% del carbón y el resto del gas natural. El Protocolo de Kyoto incide en las emisiones industriales pero no tiene control sobre estas emisiones difusas. Si el ciclo del petróleo se cierra y se recurre al carbón para conseguir combustible para los desplazamientos, se duplicarán las emisiones por kilómetro recorrido.

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