El ferrocarril representó una innovación tecnológica importante, y cuando en el siglo XIX empezó a utilizarse para el transporte de pasajeros, las ciudades de ese siglo fueron uniéndose mediante traviesas de madera, convirtiéndose en una prolongación de la mina de carbón. Como el coste del transporte del mineral aumentaba con la distancia, las industrias pesadas tendieron a concentrarse cerca de las vetas de carbón. Durante este siglo también se puso en funcionamiento el barco de vapor, que fue aumentando progresivamente de tamaño, de tal modo que en 1858 ya navegaba el Great Eastern, conocido como "monstruo del Atlántico", de 691 pies de largo, 22 500 toneladas brutas y 1600 CV en sus motores con hélices y 1000 CV en sus ruedas de paletas.
La universalización de la máquina de vapor en locomotoras y barcos aumentó la demanda de carbón - incluso en zonas de occidente donde el acceso a la madera aún era posible a finales del siglo XVIII, como era el caso de Rusia y de América – convirtiéndose las poblaciones en una prolongación de la mina de carbón.
