Con esta invención el carbón pasó a ser accesible en la superficie en cantidades importantes para su consumo, pero había que conseguir transportarlo a los mercados de toda Inglaterra, pues las máquinas de vapor permitieron obtener excedente de carbón. En principio, el transporte empezó a hacerse con carros, pero los caminos llenos de fango de una Inglaterra muy lluviosa dificultaban mucho el proceso, lo que dio lugar a que se utilizara un mayor número de caballos, incidiendo aún más en la falta de alimento para las personas, ya que no se podían dedicar a arar la tierra.
La solución a esta crisis del transporte de carbón se canalizó a partir del invento de la locomotora de vapor y de la vía férrea.
La bomba y la locomotora de vapor respondían a una tecnología mucho más compleja y con mayor consumo de energía que el hacha, el carro y el caballo de la era de la madera. Este es un ejemplo más evidente de como a lo largo de la historia los cambios cualitativos en la tecnología siempre se dirigieron hacia una mayor complejidad y a un mayor gasto de energía para la obtención de la misma, por lo tanto a una menor eficiencia, porque un cambio crítico en medio condujo siempre hacia las fuentes de energía menos disponibles y más difíciles de conseguir. Por consiguiente, los cambios de ciclos tecnológicos llevan a aumentar el consumo de energía por unidad de producto final.
Un buen ejemplo de cómo al aumentar la complejidad tecnológica disminuye la eficiencia lo tenemos en la agricultura moderna. Hoy en día puede obtenerse veinte veces más recogida en una hectárea de campo que en la Edad Media, pero para conseguir una caloría en forma de grande, se gasta veinte veces más energía en los cometidos y en la fertilización, acelerando así el desorden del medio, lo que conduce a la acumulación de residuos, lo que en este caso supuso el inicio de la acumulación de gases invernadero, responsables del actual cambio climático, además de otras muchas substancias contaminantes. Esto es lo denominado "progreso".
