Esta crisis ya se evidenció en el siglo XIII en la ciudad inglesa de Newcastle, donde los habitantes quedaron sin leña, que los dirigía a una muerte segura por congelación. Para afrontar esta crisis, el rey autorizó la extracción de carbón como fuente de energía alternativa. Esta crisis fue incrementándose y extendiendo a otras regiones. Así, en el siglo XV, el papa Pío II dejó escrito que, durante una visita a Escocia, le había sorprendido ver, a las puertas de las iglesias, hileras de gente que recibían como limosna fragmentos de una piedra negra.
El carbón se usaba por necesidad de supervivencia, pero era tratado con desprecio, como una fuente de energía de calidad inferior, pues era sucio y producía mucha contaminación. Además, el carbón era más difícil de extraer y tratar que la madera, pues es más dificultoso extraer carbón de las minas y prepararlo para su uso que talar árboles.
